La Historia de la Iglesia demuestra que a lo largo de los siglos los herejes y heresiarcas infiltrados en su interior encararon la virginidad, el celibato y el matrimonio siguiendo un fenómeno pendular. Los agentes del error, rompiendo con el justo equilibrio proclamado por el Evangelio, la Tradición y el Magisterio; fluctuaron entre dos polos opuestos. De un lado, impulsados por su orgullo propiciaron un falso ascetismo llegando al absurdo de condenar el matrimonio; de otro, por su laxismo, rechazaron la vida religiosa, condenando furibundos el voto de castidad y el celibato.
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